Bitácora del Capitán. En Valdivia, The Roaring Forties Marina, miércoles 1 de noviembre, 2023.
El zarpe de Valdivia estaba programado para las 1300 horas. Amigos, autoridades, compañeros de equipo y familiares se comenzaron a juntar en el muelle. Varias embarcaciones recalaron a nuestra marina con el fin de zarpar junto a nosotros.
El día no podía ser más apropiado, feriado, soleado y templado. Tres de los cuatro tripulantes; Marcos Coronado, Alfredo Silva y yo, zarparíamos en el “Beau Geste” río abajo mientras que Felipe Araya, que tenía la misión de documentar la navegación hasta Quintero, lo haría en el “Challanco”, velero de mi amigo Mauricio Scheuch.
El momento se acercaba y crecía la tensión, la incómoda sensación de que faltaban algunas cosas se hacía más y más fuerte. Por mi mente orbitaban muchos pensamientos que se anulaban entre si. Sólo trataba con esfuerzo de atender aquellos que tenían que ver con despedirnos y zarpar. Ya era tarde para pretender tratar como corresponde temas críticos como la seguridad y cualquier cosa pendiente, ya los dados estaban echados.
La hora llegó y luego de muchos abrazos a gente muy querida, me correspondió desatracar la embarcación y soltar la última amarra. Súbitamente vino a mi mente la respuesta de un viejo navegante a quien le preguntaron qué se requería para iniciar una aventura de este tipo. Después de sonreír y pensar por un par de segundos, el viejo respondió … se requiere soltar la última amarra!. Qué cierta y profunda puede llegar a ser una respuesta tan corta. Después de soñar toda la vida y de preparar la travesía por tantos años, acá estaba yo soltando la última amarra y comenzando así nuestra propia travesía. No importa el sueño que tengas en tu corazón, si realmente has decidido hacerlo realidad, ya has alcanzado el punto más difícil de lograr.
Uno de los aspectos que más me complace es que, gracias a la tecnología disponible, tenemos cientos y espero que luego miles de tripulantes virtuales con quienes compartiremos los altos y bajos de esta travesía fantástica, podemos llevarlos a bordo, vivir juntos la experiencia y en conjunto, lograr los objetivos que nos hemos fijado alcanzar.
El muelle quedó atrás. Las figuras de amigos y gente muy querida se comenzaron a desdibujar en la distancia y a confundir con el hermoso bosque Valdiviano. La imagen de mis nobles y queridas perritas Haka y Anay quedó grabada en mi retina. En mi corazón, de manera muy especial, la de Charlotte.
Nos acompañaron río abajo mis amigos y compañeros de la marina, siempre alegres y entusiastas, nos escoltaron otros veleros y una lancha de nuestra querida Armada, siempre presentes.
La navegación a motor río abajo fue distendida y muy agradable. En la bahía de Corral, recuperamos a Felipe y fuimos finalmente despedidos también por el Capitán de Puerto de Corral quién abordó el Beau Geste para entregarnos un recuerdo muy bonito y desearnos viento a un largo.
Se organizó las guardias y, la navegación oceánica comenzó al momento de cazar las velas con rumbo 340°.